La realidad psicológica freudiana
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo
lleno de objetos. Entre ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo (Nos
referiremos a cuerpo como vocablo para traducir "organism", ya que en
psicología es más aceptado el término. N.T.) es especial en tanto actúa para
sobrevivir y reproducirse y está guiado a estos fines por sus necesidades
(hambre, sed, evitación del dolor y sexo).
Una parte (muy importante, por cierto) del cuerpo lo
constituye el sistema nervioso, del que una de sus características más
prevalentes es la sensibilidad que posee ante las necesidades corporales. En el
nacimiento, este sistema es poco más o menos como el de cualquier animal, una
"cosa", o más bien, el Ello. El sistema nervioso como Ello, traduce
las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales llamadas pulsiones (en alemán
"Triebe"). Freud también los llamó deseos. Esta traslación de
necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer como proceso primario.
El Ello tiene el trabajo particular de preservar el
principio de placer, el cual puede entenderse como una demanda de atender de
forma inmediata las necesidades. Imagínese por ejemplo a un bebé hambriento en
plena rabieta. No "sabe" lo que quiere, en un sentido adulto, pero
"sabe" que lo quiere…¡ahora mismo!. El bebé, según la concepción
freudiana, es puro, o casi puro Ello. Y el Ello no es más que la representación
psíquica de lo biológico.
Pero, aunque el Ello y la necesidad de comida puedan
satisfacerse a través de la imagen de un filete jugoso, al cuerpo no le ocurre
lo mismo. A partir de aquí, la necesidad solo se hace más grande y los deseos
se mantienen aún más. Usted se habrá percatado de que cuando no ha satisfecho
una necesidad, como la de comer por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez
más su atención, hasta que llega un momento en que no se puede pensar en otra
cosa. Este sería el deseo irrumpiendo en la consciencia.
Menos mal que existe una pequeña porción de la mente a
la que nos referimos antes, el consciente, que está agarrado a la realidad a
través de los sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era
"cosa" se va convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El
Yo se apoya en la realidad a través de su consciencia, buscando objetos para
satisfacer los deseos que el Ello ha creado para representar las necesidades
orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones es llamada proceso
secundario.
El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con
el principio de realidad, el cual estipula que se "satisfaga una necesidad
tan pronto haya un objeto disponible". Representa la realidad y hasta
cierto punto, la razón.
No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener
contento al Ello (y finalmente al cuerpo), se encuentra con obstáculos en el
mundo externo. En ocasiones se encuentra con objetos que ayudan a conseguir las
metas. Pero el Yo capta y guarda celosamente todas estas ayudas y obstáculos,
especialmente aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos
objetos más importantes del mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de
cosas a evitar y estrategias para conseguir es lo que se convertirá en Superyo.
Esta instancia no se completa hasta los siete años de edad y en algunas
personas nunca se estructurará.
Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia,
constituida por la internalización de los castigos y advertencias. El otro es
llamado el Ideal del Yo, el cual deriva de las recompensas y modelos positivos
presentados al niño. La consciencia y el Ideal del Yo comunican sus
requerimientos al Yo con sentimientos como el orgullo, la vergüenza y la culpa.
Es como si en la niñez hubiésemos adquirido un nuevo
conjunto de necesidades y de deseos acompañantes, esta vez de naturaleza más
social que biológica. Pero, por desgracia, estos nuevos deseos pueden
establecer un conflicto con los deseos del Ello. Ya ve, el Superyo
representaría la sociedad, y la sociedad pocas veces satisface sus necesidades.
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