La Formación reactiva, o "creencia en lo
opuesto", como Anna Freud llamó, es el cambio de un impulso inaceptable
por su contrario. Así, un niño. Enfadado con su madre, puede volverse un niño
muy preocupado por ella y demostrarle mucho cariño. El niño que sufre abusos
por parte de un progenitor, se vuelve hacia él corriendo. O alguien que no
acepta un impulso homosexual, puede repudiar a los homosexuales.
Quizás el ejemplo más significativo de formación
reactiva lo encontramos en niños entre 7 y 11 años. La mayoría de los chicos,
sin dudarlo, hablarán mal de las chicas o incluso no querrán saber nada del
tema. Las niñas harán lo mismo con respecto a ellos. Pero, si nosotros, los
adultos, les vemos jugar, podemos decir con toda seguridad cuáles son sus
verdaderos sentimientos.
La Anulación Retroactiva comprende rituales o gestos
tendientes a cancelar aquellos pensamientos o sentimientos displacenteros
después de que han ocurrido. Por ejemplo, Anna Freud mencionaba a un niño que
recitaba el alfabeto al revés siempre que tenía un pensamiento sexual, o que se
volvía y escupía cuando se encontraba con otro niño que compartiese su pasión
por la masturbación.
En personas "normales", la anulación
retroactiva es, por supuesto, más consciente, pidiendo formalmente excusas o
estableciendo actos de expiación. Pero, en algunas personas los actos de
expiación no son conscientes en absoluto. Fíjese, por ejemplo, en un padre
alcohólico que después de un año de abusos verbales y quizás físicos, regala
los mejores juguetes a sus hijos en Navidad. Cuando pasa la época navideña y
percibe que sus hijos no se han dejado engañar por los regalos, se vuelve al
bar de siempre y le comenta al camarero lo desagradecida que es su familia, lo
que le lleva a beber.
Uno de los ejemplos clásicos de esta defensa es el
lavarse después de una relación sexual. Sabemos que es perfectamente común
lavarse después de esto, pero si usted tiene que ducharse durante tiempo y
frotarse concienzudamente con un jabón fuerte, quizás el sexo no le va mucho.
La Introyección, muchas veces llamada identificación,
comprende la adquisición o atribución de características de otra persona como
si fueran de uno, puesto que hacerlo, resuelve algunas dificultades
emocionales. Por ejemplo, si se le deja solo a un niño con mucha frecuencia, él
intenta convertirse en "papá" de manera de disminuir sus temores. En
ocasiones les vemos jugando a con sus muñecos diciéndoles que no deben tener
miedo. También podemos observar cómo los chicos mayores y adolescentes adoran a
sus ídolos musicales, pretendiendo ser como ellos para lograr establecer una
identidad.
Un ejemplo más inusual es el de una mujer que vive al
lado de mis abuelos. Su esposo había muerto y ella comenzó a vestir en sus
ropas, aunque prolijamente adaptada a su figura. Empezó a presentar varios de
sus hábitos, como fumar en pipa. Aunque para los vecinos, todo esto era extraño
y le llamaban el "hombre-mujer", ella no presentaba confusión alguna
con respecto a su identidad sexual. De hecho, más tarde se casó, manteniendo
hasta el final sus trajes de hombre y su pipa.
Debo agregar en este momento que en la teoría
freudiana, el mecanismo de identificación es aquel a través del cual desarrollamos
nuestro Super-yo.
Identificación con el Agresor es una versión de la
introyección que se centra en la adopción no de rasgos generales o positivos
del objeto, sino de negativos. Si uno está asustado con respecto a alguien, me
convierto parcialmente en él para eliminar el miedo.
Dos de mis hijas, las cuales se han criado con un gato
de bastante mal genio, recurren muchas veces a maullar y chillar para evitar
que salga repentinamente de un armario o de una esquina oscura y vaya a
morderle los tobillos.
Un ejemplo más dramático es aquel llamado Síndrome de
Estocolmo. Después de una crisis de rehenes en Estocolmo, los psicólogos se
sorprendieron al ver que las rehenes no solo no estaban terriblemente enojadas
con sus captores, sino incluso sumamente simpáticas hacia ellos. Un caso más
reciente es el de una mujer joven llamada Patricia Hearst, proveniente de una
familia muy influyente y rica.
Fue secuestrada por un pequeño grupo
revolucionarios autoproclamados conocidos como el Ejército de Liberación
Simbionés. La retuvieron armarios, la violaron y maltrataron. A pesar de esto,
decidió unirse a ellos, haciendo pequeños videos de propaganda para éstos e
incluso portando un arma de fuego en un atraco cometido a un banco.
Posteriormente a su detención, sus abogados defendieron con fuerza su
inocencia, proclamándole como víctima, no como una criminal. No obstante, fue
sentenciada a 7 años de prisión por el robo al banco. Su sentencia fue
conmutada al cabo de dos años por el presidente Carter.